LA VIRGEN DEL PATROCINIO ES PATRONA Y PROTECTORA DE LA VILLA DE MILAGRO, EN LA RIBERA DE NAVARRA. AVE MARÍA PURÍSIMA.

III CENTENARIO: 1703 - 2003

BASÍLICA DEL PATROCINIO
TEXTO DEL TRÍPTICO CONMEMORATIVO EDITADO EN EL AÑO 2003 POR LA PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LOS ABADES



La villa de Milagro, de la merindad navarra de Olite, situada en uno de los más bellos enclaves de la Ribera tudelana, por la confluencia de los ríos Arga y Aragón con el Ebro, cuenta, además, entre sus monumentos histórico-artísticos, con dos hermosas iglesias: la parroquial y la del Patrocinio.


Algo de historia

La Basílica de Nuestra Señora del Patrocinio, en la parte baja de la villa, cumple ahora los 300 años de su existencia. Antes de la que vemos en la actualidad, hubo en este mismo solar una ermita que, por su situación fuera del casco histórico, se llamaba de Nuestra Señora de la Villa Vieja. Debía de ser antigua, pero estaba ruinosa, porque en 1699 los vecinos acordaron sustituirla por una nueva "por ser fábrica vieja y allarse con poca dezencia y amenazando ruina". Como primera provisión, una vez obtenida la licencia del Vicario General de Pamplona, fueron trasladadas a la parroquia las imágenes, hasta que estuviera acabada la nueva obra. El Ayuntamiento acordó aceptar el proyecto presentado por el acreditado maestro de obras corellano Pedro de Aguirre, invitándolo a hacerse cargo de la propia construcción. Pero, al fallecer éste en 1700, se pasó el encargo a Antonio de Olea, que por entonces se ocupaba de la construcción de la torre de la parroquia de Santa Eufemia, de Villafranca. En mayo de 1703 estaban las obras tan adelantadas que se decidió inaugurar la Basílica el 8 de septiembre de ese año. Pero hubo dificultades económicas y también complicaciones con el Obispo, que no daba la licencia de bendición, quizás por no estar terminadas las obras. El Ayuntamiento recurrió al Nuncio, quien envió el recurso de nuevo al Obispo de Pamplona. Tras nuevos informes, fue concedido por fin el permiso para la bendición de la Basílica. Ésta, incluso a falta de algunos detalles de la construcción, tuvo lugar el 17 de septiembre de 1703. Es de suponer que con tal motivo se celebraron los festejos que había previsto el Ayuntamiento, además de los actos religiosos, como música, corrida de toros y fuegos artificiales. Ya para entonces se había cambiado la advocación de Nuestra Señora de la Villa Vieja por la de Nuestra Señora del Patrocinio. Durante unos años quedaron cuestiones pendientes en la financiación y construcción: pero, aún así, en sendos informes del Obispado en los años sucesivos, se calificaba la obra como "de especial y primorosa arquitectura" y se la encuadraba entre "las obras de cantería de gran consideración". Así, durante los tres siglos pasados, aguantó la valiosa construcción, con todas las obras imaginables de mantenimiento y restauración, hasta nuestros días.



Arquitectura

En la obra se siguió la planta presentada por Pedro de Aguirre. Todos los historiadores de arte que la han estudiado coinciden en el gusto exquisito de la obra, dentro de su complejidad.
Al interior, la planta se forma por una elipse inscrita en un octógono irregular, cuyo eje longitudinal sigue la orientación litúrgica Este-oeste; a este espacio central ovalado se abren, en sus frentes principales, cuatro espacios cuadrados. Resulta así un plan centralizado, pero con cierta disposición cruciforme. Esta planta ovalada es la única de todos los santuarios marianos de Navarra. Los sobrios alzados, sin embargo, no consiguen destacar la elaborada disposición de la planta. Se limitan a muros lisos, grandes pilastras y una alta cornisa que perfila todo el octógono. Más variación se consigue en las cubiertas, con cúpulas sobre el presbiterio y la entrada con bóvedas de aristas en las capillas.
El gran octógono central se cubre con la consiguiente cúpula, decorada con fajas radiales, que culmina en linterna.


Al exterior se potencia espléndidamente el plan interior. Se obtiene una sensación de ligereza, verticalidad y dinamismo. Ello se consigue merced a los remates formados por campanarios, linterna y pináculos, distribuidos escalonadamente. Los contrafuertes del cuerpo central rematan en cubos cajeados, pero los de los pies son más poderosos, terminando en un campanario con su cornisa, y pirámide con aguja como remate.
Todo el cuerpo central está recorrido por una decoración geométrica. Sobre la cúpula central monta la gran linterna octogonal, también rematada en pirámide y aguja de forja. Otras dos cúpulas menores, con similar esquema, cubren el espacio del presbiterio y el del ingreso. Los espacios laterales de las capillas se forman con cuerpos cuadrados, animados en su parte superior con pilastrillas, todo trabajado en el ladrillo, como el resto de la ornamentación exterior. La fachada consta de un amplio arco de medio punto, flanqueado por pilastras; sobre ellas discurre una doble cornisa y, sucesivamente, la hornacina para la Virgen y, frontón que se curva en su parte inferior para ella. Además tres óculos rompen la monotonía del muro en sus superficies lisas.




El mobiliario

La ornamentación litúrgica del interior se limitaba únicamente al retablo mayor, pero en estos últimos años se ha enriquecido con sendos retablos en las capillas laterales.
El retablo mayor fue realizado medio siglo después de la construcción del edificio y es de estilo barroco rococó. Su banco es de rocallas y el único cuerpo se articula en tres calles por columnas acanaladas, con el tercio inferior del fuste de rocallas y capitel compuesto. En la calle central, el camarín bajo dosel para la imagen de la Virgen, y en las las laterales las de San Francisco Javier y Santa Ana, mientras en el ático está la de San Joaquín. La policromía que lo decora es de imitación de mármoles y dorados. La mesa del altar es de tipo sarcófago, del tiempo del retablo.
En la capilla de la epístola se colocó hace veinte años un retablo traído de la iglesia de las Siervas, de Tudela, que se hizo en su día para la parroquia de San Nicolás de esa ciudad, hacia 1730. En 1999 se ha traído para la capilla del evangelio otro retablo barroco de la segunda mitad del siglo XVIII, de la propia iglesia de San Nicolás, y está dedicado a San Pedro de Alcántara, con una valiosa talla de este santo.






Imagen de Nuestra Señora del Patrocinio

Pudiera ser románica en su origen. Sin embargo, su aspecto original quedó muy transformado por las restauraciones, una en el siglo XVIII y otra en el XX, por lo menos. Tal como se la ve ahora, es una imagen sedente, con el Niño sobre la rodilla izquierda. Viste túnica, manto y velo. Quizá la parte inferior de túnica y manto es lo que más se corresponde a su posible aspecto original de románico tardío. Pero lo más seguro es la ferviente y continua devoción de los fieles de Milagro, que pudiera ser contemporánea de los primeros tiempos de la propia villa.