LA VIRGEN DEL PATROCINIO ES PATRONA Y PROTECTORA DE LA VILLA DE MILAGRO, EN LA RIBERA DE NAVARRA. AVE MARÍA PURÍSIMA.

5º DÍA

MEDITACIÓN

Et benedictus fructus ventris tui, Jesús
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús

Jesús, nuestro divino Redentor es el fruto benditísimo salido de un tierno capullo, María, que brotó del árbol de San José. Sabemos por divina revelación las virtudes del fruto del árbol de la vida que Dios plantara en el Paraíso; él hubiera perpetuado nuestras fuerzas nativas impidiendo la debilidad; comiendo de él se hubiera sentido uno rejuvenecido, la vida nunca hubiera llegado a su ocaso y antídoto eficas contra la corrupción y la vejez nos hubiera preservado de la muerte.

Sabemos también que por haber pecado nuestros primeros padres no tuvo realización tanta dicha, y arrojados que fueron del Paraíso, un ángel custodiaba la entrada de aquél ameno vergel, para que nadie tomase de aquél fruto que causaba la inmortalidad. Ahora bien, de haber comunicado aquel fruto la gracia que contenía, ¿qué ser humano hubiera dejado de ensalzarlo, llamándolo bendito por una eternidad?. Empero olvidemos las virtudes de aquél fruto singular, cobijémonos a la sombra bienhechora de otro árbol que como aquél se llama de la vida, contemplemos su divino fruto y nuestra exclamación que será inmensamente mayor, por ser infinitamente mayor su virtualidad, coincidirá con la de Santa Isabel llamándole "bendito por los siglos de los siglos". Y ese árbol es el Árbol de la Cruz plantado en el Gólgota, como fruto es Jesús, el Hijo de la Virgen María, y ¿quién podrá ni siquiera imaginar sus excelencias?. El fruto del Paraíso no llegó a comunicar sus virtudes, el del Gólgota las derrama todos los días en abundancia; aquél fue inaccesible después del pecado; este está al alcance de todos los mortales; aquél hubiera perpetuado las fuerzas del cuerpo, éste inmortaliza las del espíritu y comiéndolo en la Sagrada Comunión nos preserva de la debilidad y de la corrupción, nos rejuvenece y nos alienta, siendo a la vez señal y prenda de nuestra futura gloria e inmortalidad. Y ese fruto bendito se crió también en tierra virgen, en el Paraíso del Corazón de María, precisamente para remedio de nuestras enfermedades espirituales y para ser alimento de nuestras almas; alabemos, pues, a María, diciendo a Jesús con la mujer del Evangelio, "bendita la madre que te dio el ser, y los pechos que te amamantaron", y a esús, repitiendo a María con Santa Isabel, "bendito es el fruto de tu vientre, Jesús".

Con todo, lo extraño, lo raro es, que teniendo a nuestra disposición este divino manjar, haya en el pueblo fiel cristianos tíbios, cristianos indiferentes, cristianos anémicos y macilentos, cristianos que mueren: y tú, ¿no has pertenecido alguna vez al número de estos insensatos?, ¿cual es el estado actual de tu alma?. Examínate bien, y si sientes el hastío y el cansancio del árido desierto de la vida, come de este divino maná; si te sientes débil, aliméntate con el manjar de los fuertes; y si lo crees inasequible por su elevación, invoca a la Virgen del Patrocinio, que esta Señora, Madre de Jesús y Madre nuestra, hará descender las ramas de ese árbol sacrosanto, para que tomando su bendito y divino fruto siempre que lo necesitemos y a ser posible todos los días, vivamos eternamente.

Y BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESÚS.  Bendito, alabado y adorado. Los primeros en hacerlo fueron los pastores de Belén, y despues unos Magos de Oriente, como puede verse en este relieve del altar de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de los Abades.


ORACIÓN FINAL

¡Oh, Virgen Santísima del Patrocinio!. Con este título glorioso que sintetiza a todos y es el primero que se desprende de vuestro maternal Corazón, os distingue este pueblo de Milagro que al cifrar en Vos su esperanza y sus amores, os tributa especialmente en esta Novena, el más sincero culto, porque sabe además que estás junto al trono del Altísimo, como dispensadora de las gracias que se conceden al género humano. Con toda confianza, pues, me acerco a Vos para suplicaros, que continuéis siendo siempre como hasta ahora nuestra Abogada y Protectora ante vuestro divino Hijo, quien nada sabrá negaros, a fin de que se me conceda el perdón de mis pecados, la perseverancia final y la gracia que éste vuestro hijo ingrato necesita para servir, amar y agradar a Dios y a Vos con fidelidad y constancia. Concededme al mismo tiempo la gracia particular que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor honra y gloria Vuestra y provecho de mi alma, por el mismo Señor Nuestro, Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.