LA VIRGEN DEL PATROCINIO ES PATRONA Y PROTECTORA DE LA VILLA DE MILAGRO, EN LA RIBERA DE NAVARRA. AVE MARÍA PURÍSIMA.
BASÍLICA DEL PATROCINIO
TRES SIGLOS EN LA HISTORIA DE MILAGRO

Texto: Fernando Hualde
Diario de Noticias, 9 de noviembre de 2003


         Mirándole a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Abades, frente a frente, con todo el caserío de Milagro entre medio, la basílica de la Virgen del Patrocinio ha sobrevivido tres largos siglos –y largo futuro tenga- integrada en la historia y en la vida cotidiana de los milagreses, que hasta ella se han acercado para honrarle a la Madre cuya novena celebran en estos días.

         El pasado mes de septiembre se cumplían trescientos años de la inauguración en la villa ribera de Milagro de la ermita, y basílica, dedicada a la Virgen del Patrocinio. En aquél momento, informativamente puntuales con esta efeméride, desde estas mismas páginas hicimos un pequeño esbozo de lo que fueron aquellos inicios de esta edificación mariana. Los milagreses, como indicábamos entonces, decidieron en aquél momento aplazar la conmemoración de este tricentenario al mes de noviembre, todo ello con el objeto de hacerlo coincidir con la novena que anualmente le dedican a Nuestra Señora del Patrocinio, y que el próximo fin de semana dará comienzo con la subida de la Virgen a la parroquia. Es, por lo tanto, una excusa perfecta para que hoy, con un poco más de detenimiento, repasemos con más detalle la historia de este importante elemento del patrimonio religioso y artístico de Milagro, adhiriéndonos así, y dándole a la vez más fuerza, a esta conmemoración que estos días viven los milagreses en torno a este emblemático edificio y en torno a la imagen de la Virgen del Patrocinio que durante el año cobija y que ellos con tanta veneración vienen invocando desde hace algunos siglos fieles a una devoción que se transmite de generación en generación y que se exterioriza anualmente en la celebración de una novena que da comienzo el sábado anterior al segundo domingo de noviembre con el traslado procesional de la imagen mariana desde la Basílica hasta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Abades, a ritmo de Ave María, y escoltada por la corporación municipal, la bandera de la villa, la banda de música, y los vecinos; y que finaliza el tercer domingo con el retorno, multitudinariamente acompañada, de la imagen a su Basílica. Durante estos nueve días –con especial solemnidad el primero y el último- los milagreses centran su atención en esta figura, que en lo artístico cabalga entre el románico y el gótico, a la que alzan sus gozos y le entonan con fuerza aquello de “Os imploramos Señora, Patrocinio tan piadoso...”
         Todo ello forma parte de la religiosidad popular. Imagen y novena, gozos y cofradía. Ayer con el nombre de Nuestra Señora de la Villa Vieja, y hoy –exactamente desde hace trescientos años- con el nombre de Nuestra Señora del Patrocinio, con el que se le rebautiza a una con el nuevo edificio, la actual Basílica.

La Villa Vieja

         Nadie sabe las causas por las que en un momento determinado la Virgen de la Villa Vieja, que era como hasta hace tres siglos se le conoció en Milagro a esta advocación mariana, pasó a denominarse Virgen del Patrocinio. En algún momento se ha llegado a apuntar la hipótesis de que en este cambio algo pudieron tener que ver los roncaleses, quienes por vía almadiera se habrían servido de los cauces fluviales del Esca y del Aragón para exportar su devoción a la Virgen del Patrocinio, presente en la villa de Uztárroz. Avala esta hipótesis el hecho de que en aquellos  lejanos años de finales del XVII y principios del XVIII el tráfico almadiero vivía un momento álgido, y que además la devoción a la Virgen del Patrocinio en Uztárroz reposaba sobre la actividad de una importante cofradía que se preocupaba activamente por mantener y extender su culto. En cualquier caso no pasa de ser una hipótesis, y que yo, como roncalés, con hondas raíces en Uztárroz, no sólo me agrada sino que me siento en la obligación de reflejarlo y de dejar constancia de ello.
         Lo que sí es cierto es que con anterioridad a 1703 esta imagen recibía el nombre de Nuestra Señora de la Villa Vieja. Así lo demuestran y lo reflejan los documentos que hoy se conservan y que nos permiten conocer y saber de la existencia de la Cofradía de Nuestra Señora de la Villa Vieja. Son precisamente estos documentos, los libros de cuentas en concreto, los que nos informan de que al menos en 1648 existía ya una Basílica que acogía a esta imagen. Cabe pensar por el estilo artístico de la imagen, que pudo ser románica en sus orígenes –muy modificada posteriormente por las sucesivas restauraciones- es decir, por su antigüedad, que esta devoción y esta Basílica podían existir siglos antes de aquel primer documento de mediados del XVII, si bien, no pasa esto de ser otra hipótesis.
         Y ¿de dónde viene el nombre de Villa Vieja?. El historiador Félix Manuel Martínez San Celedonio defiende, o al menos se hace eco de esta creencia, que inicialmente la villa de Milagro nació sobre el denominado cerro de San Miguel, en terrenos próximos al puente actual. Es fácil pensar que las sucesivas guerras obligaron a sus moradores a trasladarse junto al castillo, creándose así en torno a esta fortaleza la Villa Nueva, y quedando a su vez el primitivo núcleo de población con el nombre de Villa Vieja. Todo ello nos hace pensar que en los terrenos que hoy se levanta la Basílica del Patrocinio estuvo la primera iglesia de Milagro; de hecho, la antigüedad de la imagen y la utilización de ese terreno como cementerio permite reforzar con bastante lógica esta idea.


Basílica del Patrocinio

         Sea lo que sea, lo que sí es cierto es que la primitiva Basílica llegó a los años finales del siglo XVII en un estado bastante deteriorado. Es así como la Cofradía de Nuestra Señora de la Villa Vieja en su asamblea del 26 de enero de 1699 toman el acuerdo de reconstruir el edificio. La documentación que se conserva nos desvela que para acometer esta obra la Cofradía no disponía de fondos suficientes, por lo que fue necesario ejecutar la reforma al ritmo que imponían los donativos y limosnas del vecindario y de los piadosos bienhechores. El proyecto le fue adjudicado al maestro de obras Pedro de Aguirre, de Corella, quien no pasó de elaborar el proyecto y de iniciar la obra, pues falleció en el año 1700. Le sucedió en esta labor Antonio de Olea, que en esos momentos trabajaba en la localidad vecina de Villafranca en las obras de construcción de la torre de la iglesia parroquial de Santa Eufemia, que dicho sea de paso tuvo la delicadeza de respetar íntegramente el proyecto que para este edificio diseñó su predecesor.
         El alcalde de Milagro, en el transcurso del pleno celebrado en esa villa el 30 de marzo de 1703, informó del avanzado estado de las obras y previno a la corporación de que ese mismo año la Basílica quedaría finalizada y lista para su inauguración.
         Martínez San Celedonio, que para su obra “Historia de Milagro, villa del Reino de Navarra” (1983) recompuso con bastante detalle aquellos primeros pasos de la nueva Basílica, nos informa en su obra que los vecinos de Milagro decidieron que la inauguración tuviese lugar el segundo domingo de septiembre de aquél año de 1703, y que se hiciese –como no podía ser de otra manera- con toda solemnidad, no sólo religiosa sino civil; “se encargarían sermones, se compondrían fuegos y se buscaría un capitán y un alférez para hacer soldadesca, a cuyo efecto se confeccionaría una lista de los hombres que habrían de intervenir como soldados”. El mismo autor, a pesar del detalle de sus datos, parece haber encontrado una laguna en lo que al acto propio de la inauguración se refiere; únicamente los documentos que se conservan divagan sobre la existencia de una posible polémica en torno al tema de la bendición; incluso se detecta que en un primer momento se eligió como fecha inaugural el 8 de septiembre, fiesta de la Virgen, y por razones que se desconocen esa fecha se trasladó al día 17 de ese mismo mes. Lo único claro es que ese 17 de septiembre de 1703 la nueva Basílica, la actual, se abría al culto previa ceremonia de bendición, y que desde ese mismo momento adquiría el nombre, Virgen y Basílica, de Nuestra Señora del Patrocinio.
         Sabemos igualmente, por un acta del 31 de diciembre de 1704, que la nueva Basílica –de la que se especifica que estaba situada extra muros de la villa-  había sido dotada para su propia autonomía económica de algunas tierras, implicando esto la creación de una capellanía perpetua.

         Por lo demás hay que destacar que la Basílica del Patrocinio, emblemática por su estampa y su significado, es un edificio de planta octogonal, construido al estilo de la época, es decir, a base de ladrillo macizo, cocido, cara vista, con claros aires barrocos. No hace falta decir que su planta octogonal y su remate exterior con sus torrecillas, minaretes, campanarios y linterna, le dan al edificio un aspecto atípico, bello y armonioso, que hace que una vez vista la Basílica desde su frontal, desde su lado norte, sea difícil de olvidar. De hecho, estos caprichos arquitectónicos la hacen única en su género en toda la geografía de nuestra tierra.
         Aunque su planta es octogonal –un octógono un poco irregular-, conviene especificar que el trazado completo de su nave forma una cruz.
         El retablo se hizo tan sólo unas décadas después de su bendición, aproximadamente a mitades del siglo XVIII. Es en él donde encontramos hoy a la Virgen del Patrocinio, una imagen especialmente bonita y querida, pero que sin embargo hay que decir que las restauraciones a que fue sometida en los siglos XVIII y XX –esta última en 1946 con motivo del Congreso Eucarístico y de la Coronación Canónica en Pamplona de la Virgen del Sagrario (Santa María la Real)- han hecho que hoy conozcamos una imagen muy diferente a lo que pudo ser su aspecto original.
         Por lo demás la Basílica del Patrocinio, igual que le sucedió a la imagen mariana que cobija, ha conocido también algunas restauraciones. Entre las vicisitudes que conoció cabe destacar la lamentable situación en que quedó el templo después del abandono a que fue sometido durante la francesada. Afortunadamente un hijo ilustre de Milagro, don José Aragón –Abogado de los Reales Consejos de Castilla y Navarra-, tomó la iniciativa de promover y dirigir la obra de restauración, financiada en buena parte por él, aunque de justicia es decir que dentro de sus escasas posibilidades los vecinos de Milagro también contribuyeron económicamente en esta obra de reconstrucción del templo. El 7 de julio de 1819 se inauguró solemnemente la Basílica reformada.
         Pero, sin duda, la obra más importante la conoció este santuario mariano en los años sesenta del pasado siglo. Curiosamente en 1964 se llegó a apostar por derribar la ermita y edificar sobre su solar un nuevo templo, pero finalmente pudo más la sensatez y se valoró y priorizó el aspecto histórico-artístico de la Basílica, concluyendo todo en una restauración a fondo que hoy nos permite contemplarla, con sus tradicionales nidos de cigüeñas, en su estado puro, tal y como la concibió, hace ahora trescientos años, el corellano Pedro de Aguirre.
         Milagro está de aniversario. Trescientos años de Basílica; trescientos años acogiendo la piedad popular de numerosas generaciones, trescientos años custodiando a la Virgen, trescientos años... tres siglos..., fe recia y popular la de los milagreses que hicieron y hacen posible que hoy se conmemore tan redonda efeméride. Felicidades a todos.