LA VIRGEN DEL PATROCINIO ES PATRONA Y PROTECTORA DE LA VILLA DE MILAGRO, EN LA RIBERA DE NAVARRA. AVE MARÍA PURÍSIMA.

1º DÍA

MEDITACIÓN

Ave María
Dios te salve María

Dios te salve, María; estas son las primeras palabras del saludo de un Ángel a la criatura más excelsa que jamás otra vieron ni verán los siglos; a María, cuyo nombre si bien no fue pronunciado entonces por respeto, con todo se le ve ya encubierto en una atmósfera espiritual que formó con su suspiro el enviado del Señor. 

María; he aquí el nombre propio de la Santísima Virgen, nombre que después del de Jesús forma las delicias y el embeleso de las almas verdaderamente piadosas; como que es el nombre de nuestra Madre, y de una Madre tan tierna como augusta, y ¿habrá algo en el mundo más deleitoso; que más interese la fantasía y los sentimientos puros del alma y que más nos eleve a las regiones de la verdadera dicha como su recuerdo?. El nombre de María no ha sido inventado, no, por los hombres, procede del cielo y ha descendido a la tierra cual maná prodigioso para dar hartura al que lo busca en el árido desierto de esta vida. Es tan sublime y melodioso que los mismos Ángeles preguntaban por él muchas veces para que otras tantas resonara en sus oídos y aún repetido mil veces, su acento causa siempre singular gozo en sus devotos. Él significa soberana, aurora, estrella del mar; ¿no es acaso María la Madre del Rey de los Reyes, Cristo Jesús?, ¿no es María la que ha dado al mundo al que es la Verdadera Luz de los hombres, al Sol de Justicia que nació de tan radiante Aurora?, ¿no es María el Faro Celestial que en el mar proceloso de esta vida guía al puerto de salvación a los hombres que no pierden de vista los luminosos y benéficos rayos de sus ejemplos?. Es, en fin, el nombre de María para todos los mortales, y en especial para este pueblo, verdadero Patrocinio; a su simple enunciación huyen en precipitada fuga los ángeles malos, desbaratando así los inícuos planes que con sus aliados el mundo y la carne tenían fraguados para perdernos, como enemigos declarados que son de nuestra exaltación y de Vuestra honra. ¡Alma mía!, ¿oyes y entiendes lo que para tí significa el nombre de María?, ¿te has penetrado bien de la necesidad que tienes de invocarle?. ¿O es que no te asaltan dudas, no tienes peligros, necesidades, tribulaciones o angustias?. ¡Ah!, sí, y cuando el viento de la tentación o de la angustia quiera turbar mi espíritu, lo mismo en tiempo de calma como de tempestad, yo acudiré a Vos, porque se que vuestro nombre así como es el consuelo de los que te invocan, es también terrible para con los enemigos.

¡Oh, María!, bendito sea el Señor que de tal manera ha glorificado tu nombre que no han de cesar nuestros labios de alabarte; sea siempre tu bendito nombre nuestro auxilio en toda necesidad y después del nombre de tu divino Hijo Jesús, sea el vuestro nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestra defensa y nuestro consuelo; miremos a la Estrella; invoquemos a María.

Os imploramos Señora, Patrocinio tan piadoso...

 ORACIÓN FINAL


¡Oh, Virgen Santísima del Patrocinio!. Con este título glorioso que sintetiza a todos y es el primero que se desprende de vuestro maternal Corazón, os distingue este pueblo de Milagro que al cifrar en Vos su esperanza y sus amores, os tributa especialmente en esta Novena, el más sincero culto, porque sabe además que estás junto al trono del Altísimo, como dispensadora de las gracias que se conceden al género humano. Con toda confianza, pues, me acerco a Vos para suplicaros, que continuéis siendo siempre como hasta ahora nuestra Abogada y Protectora ante vuestro divino Hijo, quien nada sabrá negaros, a fin de que se me conceda el perdón de mis pecados, la perseverancia final y la gracia que éste vuestro hijo ingrato necesita para servir, amar y agradar a Dios y a Vos con fidelidad y constancia. Concededme al mismo tiempo la gracia particular que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor honra y gloria Vuestra y provecho de mi alma, por el mismo Señor Nuestro, Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.