LA VIRGEN DEL PATROCINIO ES PATRONA Y PROTECTORA DE LA VILLA DE MILAGRO, EN LA RIBERA DE NAVARRA. AVE MARÍA PURÍSIMA.

3º DÍA

MEDITACIÓN

Dominus tecum
El Señor es contigo

Efectivamente, el Señor ha estado siempre con María, y no solo como está en las criaturas todas del Universo, sino de una manera además singularísima. El nombre de María estuvo escrito en el Verbo Divino antes de que hubiesen salido los siglos del seno de la eternidad, fue revelándose más y más desde que, empezó a correr el tiempo y cuando éste llegó a su plenitud apareció radiante de gloria junto siempre con el de Jesús, llenando así lo pasado, lo presente y lo porvenir. 

Cuando el Omnipotente medía los cielos y limitaba los abismos, cuando echaba los fundamentos de la tierra y señalaba al mar sus términos, y delineaba las órbitas de los astros, con Él estaba María concertándolo todo y recreándose en su presencia. En las primeras páginas del libro revelado aparece ya María con Jesús, en lucha perpétua con Lucifer y su descendencia que es el pecado; Ella es el paraíso donde habita el nuevo Adán, y en su corazón arraiga el Árbol de la Vida; como Arca que contiene al verdadero Noé, no se sumerge en las espumosas y encrespadas olas del pecado original, ni de otra clase de culpas; y si registramos todo el libro de las antiguas revelaciones veremos que no podríamos dar un paso en la inteligencia de sus maravillosas figuras si no tenemos presente que la Virgen Santa es untamente con Jesús el pensamiento universal de la divina escritura.

En sus sagradas entrañas estuvo Jesús nueve meses; reclinado en sus maternales brazos pasó la infancia, recibiendo en ellos encantadores arrullos y caricias; Ella auscultó treinta años los latidos de aquél Corazón Divino..., se cruzaron cariñosas y tiernas sus miradas en Jerusalén, en la calle de la amargura, y por último, Ella fue la que al pie de la Cruz recibió los últimos suspiros de su Hijo benditísimo; es cierto que la tierra entonces durante tres días se interpuso entre Jesús y María, pero aquello fue para que las sombras de aquél pequeño eclipse mitigasen algún tanto su dolor y aumentasen después su alegría al ver gloriosísimo a su Hijo resucitado; y más tarde, cuando el cielo robó a María tan inmenso gozo, el cielo mismo se encargó de hacer leve aquella ausencia, el tiempo conveniente para preparar en el sitial elevado de la Trinidad augusta y junto al Hijo, el trono que había de ocupar y ocupa su querida Madre, por ser muy justo que quienes jamás se habían separado en la tierra, eternamente vivan juntos y felices en el cielo. Ahora bien, ¿se podrá decir esto mismo de nosotros?, ¿ha estado Jesús siempre con nosotros y nosotros con Jesús?. Sabemos que Jesús quiere unirse realmente a nosotros y a ese fin nos insta a que le recibamos muchas veces, a ser posible todos los días, en la Sagrada Comunión y habitualmente quiere morar con nosotros por medio de la gracia, y nosotros ¿como hemos respondido al divino llamamiento?. Mal, malísimamente; sólo una vez, se dice, que María sin culpa alguna perdió a Jesús y lloró amargamente, y con solicitud lo buscó, hasta que lo halló en el templo de Jerusalén disputando con los Doctores de la Ley; y nosotros, que tantas veces lo echamos de nuestro corazón por el pecado, ¿qué hacemos?, ¿lo buscámos solícitos?, ¿acudimos al templo a buscar a Jesús?, ¿son sinceras las lágrimas de arrepentimiento por tan sensible pérdida?.

¡Oh, Virgen del Patrocinio!, fortaleced nuestra debilidad; no consintáis que tu Hijo, el Sol de Justicia, se eclipse a nuestra vida por el pecado; envíanos como la luna en las noches de la culpa siquiera algunos reflejos de ese Divino Sol; seguid siendo la Aurora de nuestra esperanza para que nuestra vida sea siempre día venturoso, y así unidos a Jesús por el amor en la tierra disfrutemos después  con Él y con Vos de la eterna dicha.

María, la luz y el faro que debe guiar nuestras vidas.


ORACIÓN FINAL

¡Oh, Virgen Santísima del Patrocinio!. Con este título glorioso que sintetiza a todos y es el primero que se desprende de vuestro maternal Corazón, os distingue este pueblo de Milagro que al cifrar en Vos su esperanza y sus amores, os tributa especialmente en esta Novena, el más sincero culto, porque sabe además que estás junto al trono del Altísimo, como dispensadora de las gracias que se conceden al género humano. Con toda confianza, pues, me acerco a Vos para suplicaros, que continuéis siendo siempre como hasta ahora nuestra Abogada y Protectora ante vuestro divino Hijo, quien nada sabrá negaros, a fin de que se me conceda el perdón de mis pecados, la perseverancia final y la gracia que éste vuestro hijo ingrato necesita para servir, amar y agradar a Dios y a Vos con fidelidad y constancia. Concededme al mismo tiempo la gracia particular que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor honra y gloria Vuestra y provecho de mi alma, por el mismo Señor Nuestro, Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.